lunes, 16 de diciembre de 2013

The Lindford Thales

Recuerdo que una vez recorría las marismas del guadalquivir (por la parte sanluqueña del rio), con una mobilete repintada de azul de mas de 20 años. Por aquel entonces tendría yo unos 13 o 14 años y era una de las primeras veces que salía en moto por ahí a perderme en las tardes de aburrimiento bonanceras (tardes de muchísimo calor en las que corrías el peligro de quedarte sin gasolina a 20 o 30 kms de casa y morir volviendo con la moto a cuestas). Como decía salí de los lindes de Bonanza, me interné en los Llanos y mas tarde en la profunda Colonia, Como si de Peter O´Toole al inicio de Lawrence de Arabia se tratara. Recuerdo que solo estábamos mi mobilete, la carretera, el llameante sol y extensiones gigantescas de cielo y campo llano en derredor, el sonido característico del motor de la vieja "amoto" (allí no se dice la moto sino "el amoto") y yo. Al final de un camino de tierra largo y polvoriento, recuerdo que llegué al cauce del Guadalquivir y vi para mi sorpresa que de una orilla a la otra orilla del río no había apenas distancia, a salto de mata, como se suele decir. Me saqué "un coca-cola" de la bolsita que llevaba y de pronto ví que un barco mercante se acercaba hacía mí. Recuerdo que era un monstruo amarillo de pintura descascarillada, y que pensé, por aquí no pasa ni de coña. Entre los "bajíos" (vapores producidos por el calor) aquello parecía a lo lejos un espejismo fantasmal y si no fuera por que estaba hidratado por aquel refrigerio enlatado no hubiera dado crédito a mi ojos. Si señor aquel mastodonte se llamaba "The Lindford Thales" e iba a pasar por un sitio que yo pensaba que no pasaría ni una canoa. La línea de flotación iba hundida de la carga que llevaba "con dos cojones" y lo que mas me impresionó es que entre los contenedores de carga había una máquina expendedora de latas de refrescos. Grité ehhhh y ehhh, recuerdo que las ondas del paso del mercante empezaban a llegar a la orilla en forma de mini olas cuando dos potentes bocinazos de barco casi me dejan sordo… The lindford Thales era un barco sueco, y cuando ya me quedé petrificado, fue cuando me saludaron desde la popa 5 o 6 tripulantes algunos de ellos... lata en mano. Aquello nunca lo conté pero esta canción va dedicada a ellos, como si del anuncio de Cesc Fábregas se tratara y cambiaramos la estrella Damn por la bebida refrescante de extractos, al Lindford Thales, a la Mobilete y a la madre que los parió por pasar por la aguja del hilo, aquella tarde infernal y sobre todo para que yo lo pudiera ver.

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